Opinión
Los riesgos de Doctor TikTok
¿Un reel de 30 segundos para saber si tienes Trastorno Límite de la Personalidad? La desinformación generada por perfiles sin experiencia ni formación puede estar fomentando los ‘autodiagnósticos’ erróneos entre adolescentes.
No es tan nuevo como parece: con la llegada de los buscadores, fueron muchos los médicos de cabecera que alertaron sobre los riesgos del autodiagnóstico a través de internet. Descubrimos entonces que a Doctor Google no le costaba mucho confundir un catarro con un cáncer.
Ahora, con la salud mental protagonizando la conversación pública como nunca antes y, con ella, miles de contenidos en redes como TikTok o Instagram — en la que nuestros adolescentes llegan a pasar de media más de 3 horas al día— , esta especie de ‘cibercondria’ parece haber llamado también a la puerta de la psicología y las patologías psiquiátricas.
Y lo hace con dos peculiaridades: por un lado, la edad de los pacientes, en su mayor parte usuarios jóvenes; y, por el otro, la calidad de las fuentes, entre las que a menudo se cuelan perfiles sin formación ni experiencia que, al margen de sus intenciones, pueden estar generando confusión entre sus seguidores.
“Lo que vemos tanto mis compañeros como yo es que el paciente llega ya a consulta con una descripción muy de libro de lo que le pasa”, desarrolla la psicóloga especializada en intervención con niños y adolescentes Alba Fernández, que aunque reconoce la aportación de estas plataformas a la hora de “visibilizar las dolencias y acabar con los estigmas”, advierte también sobre las altas probabilidades de un “diagnóstico erróneo” y describe amenazas importantes, especialmente cuando el paciente rechaza acudir a un profesional y se trata por su cuenta y riesgo.
La popularización de la salud mental puede ser una tendencia positiva, pero sólo hasta cierto punto pues, en su opinión, incluso en los casos en los que anima al paciente a acudir a terapia, puede traer aparejadas dificultades añadidas como “generar una relación de desconfianza con el terapeuta — No me dice lo que quiero oír— o abrir una puerta peligrosa a las ganancias secundarias”.
En este sentido, señala a trastornos como el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o el Trastorno Obsesivo Compulsivo y rasgos como Persona Altamente Sensible (PAS) entre los ‘autodiagnósticos’ más comunes que se ha encontrado entre los jóvenes.
Más grave todavía es el modo en el que algunos “autodiagnósticos” pueden estar ocultando traumas importantes: “Por ejemplo, creen que tienen TDA cuando la causa de las dificultades para concentrarse que describen viene, en realidad, de haber vivido una situación complicada”.
“Los diagnósticos pueden ser muy útiles porque nos ayudan a ordenar un conjunto de síntomas, ponerles nombre y establecer un plan de acción, pero es fundamental que exista un cribado previo con supervisión y diagnóstico profesional”, concluye la experta, que tiene claro que un reel de 30 segundos nos ofrece información incompleta de lo que puede estar (o no) pasándonos: “Suelen limitarse a los síntomas, pero a lo mejor no nos explican la frecuencia, la intensidad, la durabilidad....; y ni mucho menos tienen en cuenta nuestras características como paciente individual”.
Compatible con lo que siento
De forma similar se pronuncia la psiquiatra Iria Veiga:“Ao ter máis acceso á información, é normal que leas e penses: ‘o que describe é compatible co que eu sinto’; pero é certo que nas redes móstrase a parte máis esaxerada de algo: que teñas tendencia á orde non quere dicir que teñas TOC. No caso da depresión, o problema non é que eu me sinta irritable, senón a interferencia que iso ten na miña vida”.
Eso, dice la experta, es lo que suele echar en falta en este tipo de contenidos. “Poden compartir sen erros a lista de síntomas do DSM, o manual diagnóstico co que traballamos os profesionais da saúde mental, pero non teñen en conta a interferencia: os psiquiatras consideramos que empeza a ser un trastorno cando empeza a afectar ao funcionamento da túa vida normal”, completa y en la misma línea coincide Alba Fernández.
Para Veiga, no es tanto que se trivialice la salud mental, sino que, para bien y para mal, se populariza: “Por unha banda, contribúe á desestigmatización dos diagnósticos, pero, pola outra, tamén se corre o risco de fomentar a desinformación”, responde y concluye: “Non é nin bo nin malo, depende da calidade da formación. Por iso, o interesante é formalos en sentido crítico”.
Preguntada por si, a base de mostrarnos contenidos de salud mental, el algoritmo puede crear una obsesión en nosotros que nos lleve a desarrollar, por sugestión u otros motivos, una nueva patología, la experta se muestra cauta: “Si hai estudos que indican unha relación entre contidos relacionados co Trastorno da Conduta Alimentaria e o empeoramento dos síntomas, pero é algo moi concreto. Non teño lido nada sobre outros trastornos: non asemella que ver vídeos sobre ansiedade vaia provocar que a sufras”.
Además, Veiga explica que claro que se pueden dar y que se dan autodiagnósticos erróneos pues incluso a veces entre los propios profesionales existen discrepancias: “Date conta de que nós non temos probas complementarias: eu non podo facer unha analítica para ver se alguén ten psicose. Tanto a psicoloxía como a psiquiatría son disciplinas que traballan co método clínico: os nosos diagnósticos dependen da observación e, por tanto, da experiencia e formación do observador”, describe para pasar a concluir que, con todo, no cree que pueda hablarse de este autodiagnóstico a través de redes como un fenómeno global y matiza que, además, “no caso concreto dos adolescentes, enténdese que haberá un adulto polo medio que se fará cargo de que acudan a un servizo de saúde mental”.
Escuchar, escuchar, escuchar
Una conclusión, esta última, en la que coinciden ambas expertas y es que, nuevos formatos aparte, el mejor consejo que se puede dar a familias y docentes en estos casos es escuchar, escuchar y, una vez más, escuchar: “Si un adolescente demanda ayuda, si es capaz de compartirlo con nosotros como familia, es muy probable que la necesite. Hablemos con ellos y pidamos ayuda ¿Que luego no cumple criterios diagnósticos o no desarrolla un cuadro clínico? Pues mejor para todos”, se despide Alba Fernández.
De tabú a moda: divulgadores científicos frente a ‘medias verdades’, morbo y bulos
La salud mental es salud y como tal debe abordarse con respeto, rigor y sensibilidad. Cuando un tema pasa de tabú a moda, que se hable más no quiere decir que se hable mejor y es ahí donde entra la divulgación científica.
El uso de las redes sociales en jóvenes es un tema complejo que divide a los expertos, pero son más quienes se inclinan por formar en un uso sano y crítico de estas plataformas que por prohibirlas.
Enseñarles a hacerse preguntas y a poner en duda la veracidad y fiabilidad de los contenidos y las fuentes; pero también poner a su alcance recursos formativos y sanitarios en el ámbito de la salud mental puede ser clave.
En este sentido y entre otras medidas, la psiquiatra Iria Veiga aboga por la divulgación científica para combatir la desinformación en redes y comparte algunos perfiles como ejemplo de buenas prácticas:
Con más de 100.000 seguidores en Instagram, Nacho Roura (@neuronacho) es psicólogo especializado en neurociencia y autor del libro ‘El cerebro milenial’. En su perfil, aborda temas presentes en el diálogo popular con respeto y pensamiento crítico a través de la evidencia científica.
Graduada en Biología y Máster en Neurociencias, la también divulgadora Tamara Pazos Cordal (@putamen_t) presenta el podcast ‘Un humano por persona’ y es autora de varios libros. Con 103.000 seguidores, en su perfil podemos encontrar temas relacionados con salud mental, redes sociales y alimentación.